di Anna Scicolone da Madrid
En sus alrededores, Roma condensa el atractivo de sitios arqueológicos antiguos al espectáculo del mar. Entre ellos se destaca Ceri, una pequeña fracción del ayuntamiento de Cerveteri, en la provincia de Roma. Alejándose de la capital y yendo hacia el norte, al lado de las riberas del mar, aparece este actrativo burgo medieval, enrocado en una colina de toba volcánica. Unas casas antiguas, inmersas en una atmósfera de alto valor histórico y habitadas por no más de un centenar de personas, inspiran un sentido de tranquilidad y paz a quienquiera decida visitar esta pequeña joya del Lazio.
Para llegar, hace falta recorrer una larga senda desolada. Inmersa en su silenciosa magia, Ceri parece estar fuera del mundo; no hay transporte público que permita alcanzar el minúsculo centro de este anacrónico núcleo urbano. Además, la circulación de los coches, a menos que no se trate de la de los pocos residientes, no está permitida. Una muralla de piedra circunda el burgo y sólo se puede acceder por una única puerta que está englobada en las paredes de la muralla.
El burgo fue fundado en 1236 cuando los habitantes de Cerveteri (Caere, en latín) decidieron abandonar su lugar nativo para trasladarse a un área que, aunque muy próxima a la de origen, tenía, por su conformación y naturaleza, muchas más defensas. Al nuevo centro dieron el nombre de Caere Novum, hoy sencillamente Ceri. En el mismo período, por motivos de seguridad, fue construido el castillo que domina a defensa del burgo.
El pequeño centro histórico, que sólo consta de una plaza que acoge la Iglesia de la Virgen, es el lugar elegido para el desarrollo de la vida cultural. Se cuenta que hace siglos, la plaza era el lugar donde se celebraba el culto de Vesta, la diosa del hogar. En el Santuario se conservan las reliquias de San Feliz, protector del burgo. Hoy el santuario se ha convertido en meta para excursiones escolares y lugar de notable interés cultural para muchos extranjeros.
En 1980, durante una obra de restauración, los expertos encontraron en una pared de la Iglesia unos frescos romanos que remontan al siglo XII y que representan escenas del antiguo Testamento e historias de la vida de San Silvestre.
Además, cabe destacar la presencia del Palacio Torlonia, circundado por un jardín que hospeda especies botánicas raras. Hoy el Edificio Torlonia se utiliza para congresos y bodas.
Para captar la atención de los turistas contribuye la presencia de dos restaurantes, situados en la plazoleta uno frente al otro, en los que se puede degustar el sabor típico de la cocina romana.
Sin duda, merece la pena ir a Ceri, aunque sólo fuera para alejarse un par de horas del gran caos de la capital.
¿Una sugerencia? Mucho mejor que esta excursión se haga en compañía de unos buenos amigos…
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