de Adrián Hernández
Hola. Buenos días. Soy yo. Tu “yo” más profundo. No soy tu subconsciente ni tu alter-ego. De haberlo sido me llamaría “Súper Edipo” y nunca me acuñaría ese nombre. Tampoco aparezco en tus sueños y ni siquiera rondo por tus recuerdos. No soy la voz en off de tus pensamientos ni tus ideas -macabras o responsables-. Por supuesto, tampoco soy a quien recurres cuando algo te eleva a los altares o te baja a los infiernos. No eximo mis pecados bajo tus cinco sentidos ni me redimo bajo el poder de la absoluta razón. Ni pienso libre, ni hablo claro ni escucho atentamente. Cuando tú llegaste yo ya estaba aquí pero tampoco siento que me hayas quitado el sitio. No creo en condiciones sine qua non como el amor, el odio, el rencor o el tedio. Sobrevivo a base de indiferencia y eterna fatiga psíquica. No duermo ni descanso. No lloro y mucho menos planifico tus horarios. Soy aquel que sabe tus secretos mejor guardados y los utilizo, a mi antojo, dependiendo de tu estado de ánimo. A veces mal y en ocasiones, fatal. Sé, por ejemplo, que vives en un continuo estado de alerta desde que viste el “Show de Truman” o que te cuesta contener las lágrimas cuando escuchas “Hey, Jude” de los Beatles porque te recuerda a cuando tenías aún infancia. Conozco tus facetas como actor, provocador y estúpido irónico así como el simbolismo de tu barba de semanas, esa que acaricias suavemente cuando estás nervioso. Soy el autor de la frase: “Soy quien soy porque alguien debía serlo” que tú te adjudicaste sin mirar atrás. Yo cuido al niño que hay detrás del hombre. Ese niño que no dejas que salga nunca no por el qué dirán, si no porque te has olvidado de él por completo. Negaste en su día no volver a jugar y ahora eres un hombre con juguetes rotos. No crees en el amor eterno ni en las amistades de por vida. Sabes que lo que dura, “dura” y lo que debe irse merece marcharse. Has luchado por mantener lo que tienes porque es precisamente lo que nunca te ha hecho daño. Luchas cada día porque todo continúe como está y, sin estar en tu lugar, pretendes que nada cambie. No todo es malo, créeme. Eres consciente de que los que están, lo saben y los que no, esperas que lo sepan. Eso te honra aunque siempre que lo hagas venga acompañado de remordimientos. Recuerda que estoy entre tu corazón y tu cabeza, y no siempre se puede tener contento a ambos. Decía John Lennon que la vida es aquello que pasa mientras tú estás ocupado en otros planes aunque, después de 26 años a tu lado lo único que puedo asegurarte es que la vida es aquello que pasa, mientras los idiotas creen tener siempre la razón.
No voy a alargar mucho más mi intervención. Recapacita, vive, respira, deja de fumar y acuéstate más pronto de lo habitual porque ambos sabemos que te hace falta. Alargar la noche no hace que el día sea más intenso.
Se despide atentamente,
Tu “yo”. Tu “yo” más profundo.
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