de Anna Scicolone, desde Madrid
Hace tiempo ya que el pequeño hombre que vivía en mi esternón se fue. Estuvo toda la vida intentando llegar a mi corazón pero nunca lo consiguió. Cuando hablábamos, solía decirme que mi corazón se parecía a la mónada de Leibniz, una entidad cerrada sin puertas ni ventanas. A los treinta años, intenté matarme con un golpe de pistola en el pecho. Pero sobreviví. Algo había impedido a la bala de llegar a mi corazón, me dijeron los médicos. Desde entonces, no sé nada del pequeño hombre que vivía en mi esternón.
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